Vivir en una casa para víctimas de violencia machista en medio de una pandemia
Vivir en una casa para víctimas de violencia machista en medio de una pandemia: «No te podías abrazar, pero sabías que las demás mujeres estaban ahí».
En marzo de 2020, el anuncio de un estado de alarma insólito en el país obligó a la ciudadanía a echar el cerrojo de sus casas e integrar en su vocabulario un nuevo concepto: confinamiento domiciliario. Algunas voces se preguntaron entonces qué pasaría con las personas más vulnerables, especialmente las mujeres víctimas de violencia de género que deberían convivir con sus maltratadores o aquellas que estaban en un proceso de ruptura con la violencia. Han pasado diez meses y muchas de esas mujeres han encontrado refugio en los recursos dispuestos para acompañarlas hacia una nueva vida: la red de acogida. ¿Cómo ha sido el año, marcado por la pandemia y las restricciones, para ellas?
A.L. denunció a su agresor en mayo. Con tres niños pequeños a su cargo, la mujer de 49 años tuvo que pasar por el confinamiento junto al hombre que la maltrataba. «Fue terrible, la pandemia empeoró todas las situaciones de violencia», dice al otro lado del teléfono. Hasta que reunió las fuerzas necesarias para presentar una denuncia, cargó sobre sus espaldas con una situación permanente de «muchísimo miedo» porque «lo primero que hacen estas personas es quebrantar el espíritu». Sus niños «son hijos de la violencia», así que el reto es doble: «Hay que trabajar mucho para que ellos no repitan esa violencia, un miedo que tenemos las madres».
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